Hablar de extinción masiva ya no remueve conciencias. Hablar de pérdida de servicios ecosistémicos, todavía menos. Quizá no es una expresión afortunada, ya que cuando hablamos de servicios en términos de economía estamos definiendo un intercambio remunerado entre partes. Y no es lo mismo.
Lo que no acabamos de asimilar de manera inconsciente (que es en el fondo donde se ocultan todas las verdades profundas) es que la red funcional de la que formamos parte y dependemos, que se llama vida, se está desmoronando. Eso lo verán quienes nos sucedan. Y no creemos que entiendan la crueldad con la que la mayoría (ricos y pobres) estamos dejando que nuestra pequeña, pequeñísima parcela de bienestar sea lo más importante.
Para l@s que tenéis todavía la sensibilidad intacta, aquí tenéis una nueva llamada de alarma, por si merece la pena leer y compartir.