No cabe duda de que el ser humano es la especie más inteligente del planeta. Sin embargo, la inteligencia no dota del poder sobre la vida y la muerte. Aún así, hemos adoptado un sistema social y económico que permite dividir el planeta en parcelas catastrales, que son propiedad de aquellos que pagan sus impuestos. En cada parcela de su propiedad, el ser humano decide eliminar o conservar plantas, animales o el propio relieve del terreno, sin plantearse los efectos secundarios que pueden derivarse de esas acciones. Si asumimos como válido este sistema de dominio del territorio, deberíamos asumir también que es el propietario quien debería pagar el coste económico por solucionar los efectos secundarios negativos que después nos afectan a todos. Según nuestras leyes, esto es así, pero desgraciadamente, este mismo sistema social fomenta el culto por la economía de empresa, la tecnología, la religión, el futbol y la fama, desplazando a un plano marginal las inmensas cantidades de dinero que todos los humanos pagamos al año para reparar, …los errores de unos pocos. Nos hemos acostumbrado a ello. Forma parte del sistema: algunos la cagan, pero todos la pagan.
Los ecólogos, no confundir con ecologistas, llevan años estudiando las redes alimentarias de la naturaleza. Unas especies se alimentan de otras siguiendo un esquema simple y eficaz: la ley del mínimo esfuerzo u oportunismo: "me alimento de aquello que me resulta más fácil de conseguir". Cuando una planta se hace abundante, los herbívoros se alimentan de ella. De esta forma se controla la expansión de esa planta, permitiendo que otras especies sobrevivan. Las redes alimentarias son como una tela de araña, donde cada vértice está ocupado por una especie. Cuando intentamos separar una especie, arrastramos a otras muchas. En otras palabras, cuando eliminamos a una especie del ecosistema, provocamos la extinción de otras muchas.
Las aves evolucionaron, a partir de los reptiles, hace 150 millones de años aproximadamente. Es decir, unos 145 millones de años antes que el ser humano pisara la Tierra. Sin embargo, es el ser humano el que fumiga los campos, eliminando el alimento de las aves, transforma sus territorios o, simplemente, las caza como actividad deportiva. Muchos ya se quejan de los excrementos de las aves o del sonido de sus reclamos, aunque parece que soportamos plácidamente los residuos urbanos en las calles o la música estridente de los grupos de moda. Quizás las aves deberían ser extinguidas en su totalidad, pero antes de tomar semejante decisión, deberíamos hacer un ejercicio de reflexión para intuir como podría ser un planeta… sin aves.
Posiblemente un planeta sin aves fuera un planeta más lento. Desarrollamos la aviación cuando alcanzamos la tecnología adecuada, pero la inspiración para construir un avión fue aportada por las aves. Si nunca hubiéramos visto un ave, ¿Habríamos construido un avión?, seamos modestos en la respuesta. Posiblemente sí, pero más tarde. Ahora podríamos estar volando en magníficos aeroplanos… similares a los de la primera guerra mundial. Un mundo sin aves también sería un mundo más frío. ¿Cómo podríamos vivir en lugares congelados del planeta sin un abrigo de plumón? Aunque en las zonas del ecuador terrestre no es necesaria tal vestimenta, precisamente los países más desarrollados echarían de menos este material que, además, les aporta nada menos de 95 billones de dólares al año y da empleo a 45 millones de personas. ¿Qué podría sustituir al famoso plumón actualmente? Pasar frío con el estómago vacío provoca desasosiego. Comamos algo para aligerar nuestras penas, pero algo que no podrá ser pollo o pavo. ¿Qué será del día de Acción de Gracias en Estados Unidos?, ¿Qué sustituirá a las alitas de pollo?, ¿y a las pechugas de atletas y culturistas de todo el mundo? Arnold Schwarzenegger, ¿habría rodado Conan el Bárbaro, Depredador o Terminator sin las proteínas que aportan esas pechugas de pollo?. ¿En qué se ocuparían los 25 millones de seres humanos de todo el mundo que se dedican a la industria cárnica de las aves?¿Cómo supliríamos los 22 billones de dólares que aporta esta industria anualmente?
Las aves también comen. Muchas de las pequeñas aves (conocidas como pájaros) se alimentan de insectos y otros invertebrados. En ocasiones, las zonas residenciales tienen que ser fumigadas ante la invasión de plagas de mosquitos, y eso, a pesar de que las aves "retiran" millones de toneladas de biomasa de mosquitos cada año. La ausencia de aves insectívoras provocaría plagas inmensas de insectos durante la primavera, el verano y buena parte del otoño, como jamás hemos conocido a lo largo de nuestra historia. Una innovadora vestimenta haría furor en el mundo de la moda: el mono de apicultor para su vida diaria, máscara incluida, por supuesto. Las plagas de mosquitos no serían las únicas en formar parte de nuestra vida. Las rapaces, particularmente las nocturnas (Búhos, Cárabos, Lechuzas, Mochuelos y Autillos), se alimentan principalmente de roedores. Una hembra de ratón puede dar a luz a más de 140 descendientes en un año (aproximadamente 2000 a lo largo de su vida). Si esta cantidad no es "rebajada" por la alimentación de las rapaces, las plagas de roedores serían constantes en nuestras ciudades, pueblos y cultivos. Una vez más, sería necesario invertir ingentes cantidades de dinero en fumigaciones y sistemas de trampeo para controlar a los roedores, trabajo que las aves realizan gratuitamente. No obstante, conociendo la capacidad de resistencia y adaptación de los roedores, deberíamos acostumbrarnos a compartir nuestro hogar con un par de familias de ratas y ratones. Como se suele decir: "No queda otra".
Casi hemos terminado, pero antes conviene recordar que también hay aves herbívoras. Algunas comen semillas (Granívoras) y otras se alimentan de frutos (Frugívoras). Algunas plantas se comportan como especies invasoras, bien porque producen grandes cantidades de semillas o porque liberan sustancias que son tóxicas para otras plantas, a las que impiden germinar. Las aves granívoras controlan la proliferación de especies invasoras comiendo buena parte de sus semillas, lo que permite la existencia de otras especies de plantas. Sin aves granívoras, muchas plantas invasoras terminarían por colonizar buena parte de la superficie terrestre, eliminando a aquellas especies que nos proporcionan medicamentos y fibras textiles para nuestros…monos de apicultor, o simplemente ocio como en el caso de los jardines y la floristería. Una vez más habríamos de gastar ingentes cantidades de dinero en controlar a esas especies, cuando las aves lo hacían de forma gratuita.
Son pequeñas, a veces ruidosas e incluso generan algunas fobias. Sin embargo, gracias a las aves disfrutamos del mundo que conocemos. Un mundo sin aves sería un mundo menos avanzado desde el punto de vista de la tecnología, sería un mundo más pobre, más incómodo, monocromático, menos resistente a las enfermedades, ante la escasez de medicamentos y proteínas animales.
No se preocupen, esta reflexión no deja de ser una hipótesis. No obstante, cuando observen a una pequeña ave, recuérdenla… Por si acaso.